A punto de iniciar algo similar a unas vacaciones, o lo que es igual, unos días de desconexión relativa, de incertidumbre absoluta y de optimismo obligado, me detengo, en plena siesta de conectividad, en un anónimo – al menos para mí- twit: Ojalá el año 2020 no sea el trailer del 2021.
Jamás lo hubiera definido mejor y en tan pocas palabras. Arrancamos un mes de agosto agotados de especular sobre el futuro inmediato, con un baremo vital que nada se parece al verano anterior y hacia un descanso físico y psíquico completamente diferente al de episodios anteriores.
En ello estamos y hacia allí vamos. Sin tener claro el rumbo pero sumando esfuerzos y protección para que ese trailer se convierta en una película con final feliz.
En unos días ocuparemos otras plazas: pueblos , montañas y mares. Dormiremos sin alarma y también trasnocharemos.
Pulsaremos menos teclas, y hojearemos más tinta. Por unas semanas intentaremos recobrar un estado vacacional de verano de esa extrañamente llamada nueva normalidad, ataviados con chirucas o chanclas pero siempre con mascarilla.
Y cuando tomemos conciencia de que tenemos por delante un paréntesis, seguramente algún romántico entregado al binomio hamaca horizonte recuerde a Jorge Sepúlveda:
Mirando al mar soñé (…)
La dicha que perdí
yo sé que ha de tornar,
y sé que ha de volver a mí
cuando yo esté mirando al mar…
¡¡¡¡Felices vacaciones !!!
¡¡¡Cuidaos mucho!!!
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